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viernes, 30 de enero de 2009

Sin tuenti no hay paraíso

No sé si me estoy quedando anticuado o si la gente se está volviendo más antisocial y vaga; en cualquier caso tengo que hablar del tema con la boca pequeña, porque a este respecto pertenezco a una ínfima minoría.

Hace más de un año que me repiten cansinamente las maravillas del tuenti, y hasta hace poco no tenía muy claro de qué se trataba. Por lo visto era una red social, al estilo de facebook o tantas otras, en la que uno se registraba para subir fotos y que la gente las comentara. Muy interesante… ¿Y luego? Es decir, subes unas fotos para que las vea Menganito, las ve, pone algún comentario del tipo “tíoooo, q careto jajaja ¿te acuerdas de la fiesta? Q risas!”, y después… ¿cómo continúa la diversión?

Dicen que la gracia reside en que puedes ver quién más tiene cuenta para espiar sus fotos, comentarlas, enlazar con sus conocidos, y así suma y sigue hasta el fin de los días. Al parecer, resulta altamente adictivo ver las instantáneas de las borracheras y los colegas de personas con las que ni siquiera mantienes el contacto; las mismas que hasta ayer evitaban saludarte por la calle por pereza, pero que después te invitan a que seas su amigo cibernético; será para que aumente su contador de visitas, que eso siempre da caché.
Tanto me pelearon por no tener una cuenta (¡era imperdonable!), que acabé creándomela para ver a qué venía tanto alboroto. Entré, fisgoneé, me entretuve viendo fotos de personas a las que hacía tiempo que no veía, y pensé: “¡Vaya, así que Fulanito ahora tiene barba!”, o “¡Vaya, parece que Menganita estuvo en Barcelona!”. Una vez que acabé me encontré igual que antes de entrar, sabiendo del nuevo estilismo de Fulanito y del viaje de Menganita, pero exactamente igual.

Durante días me estuvieron insistiendo para que subiera fotos, pero a mí eso de poner mis fotos en Internet a merced de quien quiera verlas, no me hace ninguna gracia, qué quieren que les diga. Vale que se puede configurar de forma que sólo lo vean tus amigos, pero es que esa gente ya ve mis fotos porque son con quienes me las hago, y mantengo un contacto lo suficientemente frecuente como para que sepan de mí. Además, la privacidad queda bastante en entredicho si cualquiera puede subir una foto en la que salgas tú, sin que te llegues a enterar y sin tu consentimiento, por no hablar del seguimiento público al que te sometes voluntariamente, que todo el mundo acaba sabiendo qué haces cada día, en dónde y con quién. Estoy de acuerdo en que tiene cierto interés, que te permite matar la curiosidad en un momento dado, y que al igual que el Messenger, es una forma de comunicarte con quienes no forman parte de tu día a día, pero ... ¿De verdad da para tanto? ¿Cómo puede estar todo el mundo hechizado, como si fuera lo mejor que les hubiera pasado en la vida? ¿Me he perdido algo?

Estuve el tiempo suficiente como para poder concluir empíricamente que no me llamaba la atención, así que me di de baja y seguí con mi vida como hasta entonces. Volvieron a avasallarme por quitarme después de haber tardado tanto en entrar, casi como si les hubiera ofendido personalmente, y como castigo me quedé sin fotos; y es que esa es la segunda parte: sin tuenti no tienes derecho a fotos comunes. Es así y punto.
Con la llegada de las cámaras digitales, el intercambio de fotos era rapidísimo, muy cómodo y generalmente altruista; al poco de tomarlas, uno podía tener en su ordenador las mismas imágenes que el dueño de la cámara. Con el boom del tuenti se inició una nueva era: la de la imbecilidad y el egocentrismo. Si quieres una foto ya no puedes esperar a que el dueño te la mande voluntariamente, o a que acceda a hacerlo si se la pides. No. Ahora no se mandan, se suben a la red y punto. Se acabó el ciclo.

Si no tienes cuenta te jodes, y si la tienes, pero quieres las fotos a una calidad y un tamaño normales, también te jodes, porque mandar un archivo por Messenger es una tarea demasiado extenuante como para siquiera plantearse hacerlo. Estuve dos meses, dos, que se dice pronto, rogándole a una amiga una puta foto, una y no más. Su dueña (a la que por cierto siempre le hago llegar las que querría tener sin que me lo implore), siguió el proceso natural de los tuentiadictos y la colgó, olvidándose de quienes no estamos en ese mundo y pasando de quienes se la pedíamos original, que no éramos pocos. Después de quedar de pesado sin lograr ningún resultado, conseguí que alguien hiciera una captura de pantalla y me la hiciera llegar, y cuando la tuve en mi poder, mi decepción no pudo ser mayor: No es que la foto fueran mala, es que era una jodida basura. Cuando subes una imagen a cualquier sitio de la red, la calidad y el tamaño tienden a reducirse, y en este caso el cambio fue drástico. Además de ser diminuta, no se veía una mierda, y sé quienes salimos en ella porque recuerdo las ropas, porque si no sería imposible deducirlo. En cualquier caso esto es una batalla perdida, pues todo el mundo sabe que si quieres una foto con un mínimo de calidad, y no te conformas con estos engendros gráficos, es que eres un maniático inconformista. Fin de la discusión.

Por último, y siguiendo la línea de borreguismo sectario de muchos de los usuarios de redes sociales, la última vez que se convocó una cena del grupo con el que suelo salir a comer, hubo mucha gente que no se enteró, y tuve que arreglar yo el entuerto a ultima hora, telefoneando a todo Dios a contrarreloj, para conseguir que fuéramos unos cuantos más. Cuando llegamos al sitio y los afectados se quejaron de no haber sido avisados con antelación, la organizadora dijo que ella había puesto un aviso en tuenti hacía dos días, y que si no se habían enterado había sido culpa de ellos.

-Pero es que yo no tengo tuenti - dijo alguno.

-¿Y qué haces que no te lo haces? Es que si no lo tienes es culpa tuya si no te enteras. -respondieron varios al unísono.

¿Soy yo, o hemos perdido el norte?
En unos años me veo como los gordos de Wall-e, enchufados a la pantalla y analfabetos sociales.

lunes, 26 de enero de 2009

Macadamia

¿Recuerdan a Los Animaniacs? Yo desde luego sí, ¡cómo olvidarlos! Eran los protagonistas de una divertidísima y demencial serie de televisión, con un alto componente surrealista al más puro estilo de Padre de familia, una brillante sucesión de parodias y guiños, y un humor cáustico que no todos los niños entendían. El otro día, en pleno arrebato de nostalgia, me dio por buscar videos suyos en Youtube, y el buen recuerdo que tenía de ellos se ha magnificado. La ardilla Slappy, Pinky y cerebro, Mandy y Botones, los tres palomos, los hermanos Warner... ¡qué tiempos!

Como no tengo tiempo para postear, aquí os dejo con su particular versión de la Macarena.

sábado, 24 de enero de 2009

Reparto de abrazos

Seguimos en racha con el recibimiento de galardones; esta vez se trata del PREMIO ABRAZOS, que concedo a aquellos a los que no he reconocido ya, y que merecen percibir uno. Como suele suceder, me llega de manos de MaRía, y aunque le devolvería el achuchón de muy buen gusto, debo privarme de hacerlo, o mejor aún, hacerlo en directo y de verdad, que sabe mucho más.

Mis elegidos son:

1 - Chocolatecontrocitos: Sé que su autora tenía en mente dármelo a mí, pero que no va a hacerlo porque ya he sido premiado. Pues bien, yo sí que se lo voy a entregar a ella, que se lo merece, y que ya era hora de que la condecorara de algún modo. Enhorabuena.

2 - Sara López: Alguien que es capaz de compaginar cuatro blogs distintos y sacar tiempo para vivir, merece como mínimo un abrazo y un reconocimiento. Aquí te va este galardón a modo de 2x1. Por cierto, de nuevo gracias por los premios anteriores, que al llegarme "tarde", no dejé constancia aquí de que tú también me los habías entregado.

3AmoaGuilleMostaza: Con lo frustrantes que resultan los amores platónicos, como el que profesa su autor hacia quien lo tiene amostazado, nada mejor que un abrazo para que la no correspondencia sea más llevadera.

4Sero: Cuando su autor se enteró de que era seropositivo, decidió comenzar una bitácora en la que contar cómo se sentía y a qué tenía que enfrentarse cada día; y ahí sigue, compartiendo vivencias, sinsabores y prejuicios ajenos.

5Mi viaje de Chihiro: Descubrí su espacio el otro día, pero lo poco que he leído de ella me ha encantado, y esta es mi forma de hacérselo saber.

6Raúl Sánchez: Redactor de un conocido periódico local, nos deleita con microrelatos hiperbreves altamente conmovedores. No se lo pierdan.

7Cómo vivir con 300 euros al mes: Crisis temporales aparte, su autor nos da una lección de austeridad en estos tiempos de consumismo desmesurado, relatándonos cómo vivir con sólo 300 euros al mes. No debe ser sencillo, y un premio no ayuda, pero tampoco sienta mal. ¿no?


A estas alturas, me imagino que ya saben cómo va esto: Hay que poner el galarón en el margen enlazando a quien se los haya concedido (este blog), elegir a sus siete candidatos, publicar (si quieren) una entrada alusiva, y avisarles para que pasen a recoger el premio.

¡Muchas felicidades a todos!



miércoles, 21 de enero de 2009

Stand by me

La preciosa balada de Ben E. King a la que hace referencia el título, es una de las canciones más conocidas de la historia, y también una de las más versionadas. Es curioso cómo, a diferencia de los engendros perpetrados al reinventar clásicos de todo tipo, esta canción no pierde con cada nueva revisión, y es que aunque no hay nada como la original, hay que admitir que se han hecho cosas muy interesantes. La primera vez que escuché una variación de este tema fue en un corto de Timón y Pumba; se trataba de un videoclip protagonizado por ambos personajes, en el que el suricato se ponía melancólico y le cantaba a su amigo el jabalí. No era nada del otro mundo, pero en aquel momento despertó mi curiosidad. Posteriormente supe que Lennon también la había cantado, aunque no me entusiasma del todo su forma de hacerlo; tiene igualmente su versión en hip hop y una más que recomendable de Seal. Pero la que más me ha llamado la atención es la global; aquella interpretada por músicos callejeros de todo el planeta, como un modo simbólico de unir culturas. Sin duda, la música es un lenguaje universal.

viernes, 16 de enero de 2009

¡Cómo está el servicio!

Mi relación con los camareros siempre ha sido compleja; durante años he tenido que tragar con una serie de jodiendas en las que todos parecen estar instruidos desde la escuela de hostelería. Que nunca tengan la bebida que pido es algo perdonable y ajeno a ellos, aunque no sé qué les cuesta tener algo más que Coca Cola y Fanta en su variedad de refrescos, que tampoco es que les esté pidiendo Slurm. Lo que sí es un suplicio es que durante años tuviera que aguantar la estúpida broma del vino. Consiste en ir preguntando a todos los adultos de la mesa si van a querer vino y servirlo, para luego detenerse delante de mí, poner cara de cumpleaños y formularme la misma cuestión, mientras mira a los demás en busca de la carcajada cómplice. Es obvio que no iba a beber, y aunque sólo quisiera hacer una gracia para ganarse la propina, por el amor de dios, que se buscara otra broma, que esa ya la gastó el trigésimo séptimo camarero que me la hizo. En cualquier caso, todo eso son minucias comparadas con la que más me envenenaba, una injusticia y una falta de respeto que se daba en el 99% de los casos: No darme carta.
Repartían las cartas a todos los comensales, y aún cuando seguían teniendo unas cuantas bajo el brazo, se iban de la mesa como si yo no estuviera. ¿Pero esto qué coño es? Llegó un momento en que dejé de enfurruñarme y cagarme en sus madres o pedírselas luego, a adoptar una técnica mucho más agresiva y, en consecuencia, del todo eficaz: En cuanto me aseguraba de que no pensaban darme una a mí y estaban dispuestos a irse, les espetaba muy serio un: “Yo también voy a comer”.
Muchos se quedaban descolocados, porque no esperaban que aquel mico al que siempre obviaban pudiera ofenderse por ser excluido. Algunos se disculpaban y sobre la marcha me proporcionaban una, pero otros se quedaban con cara de procesar la información, y como si no hubieran oído bien, me contestaban desafiantes: ¿Cómo dices?

-Que yo también voy a comer, así que si no te importa, me dejas a mí también una carta, como has hecho con todo el mundo. – respondía muy serio.

Por alguna extraña razón, tomaron conciencia a la vez en todos los restaurantes de la isla, y desde que “me manifesté” en un par de ellos, no volvieron a hacérmelo en ningún sitio. ¡Hombre ya!

Todo esto había quedado felizmente atrás, hasta que el otro día ocurrió algo inaudito, una de esas cosas que se cuentan y no se creen, y que aunque luego nos dio para un buen ataque de risa, fue denigrante. Había quedado para cenar con un amigo y nos decidimos por una tasca de la que tenía buenas referencias; era modesta pero elegante, se respiraba un ambiente agradable y no había mucho bullicio. Estaba muy bien y comimos de fábula.
De los dos camareros que nos atendieron, uno se deshizo en atenciones hacia nosotros, mientras que al otro no le faltó más que escupirnos; nos largaba los platos sobre la mesa sin mediar palabra, cuando se dirigía a nosotros lo hacía sin florituras, yendo al grano y con la cara muy seria, como con desprecio, y al final se aseguró de que nos fuéramos de allí acordándonos de él.
Habíamos terminado de comer, nos trajo la cuenta, y en cuanto se dio la vuelta y estando a escasos centímetros de nosotros, soltó un estruendoso pedo que por poco rompe los cristales. Casi diría que hasta vi cómo le vibraba el pantalón y el aire se veía borroso, como cuando miras a través del gas.
Los ojos se nos salieron de las órbitas, ¿realmente acababa de ocurrir eso? Incluso al encargado se le puso cara de desconcierto. El hombre siguió caminando hacia la barra como si con él no fuera, y es que en estos casos casi es mejor disimular que darse por aludido y pedir perdón. Además, por mucho que se hiciera el loco, no había dudas sobre lo que acababa de ocurrir, que no somos sordos. ¿Lo habría hecho adrede?
La próxima vez que cuenten anécdotas de personal de restaurantes, podré decir que tengo el dudoso honor de ser el único al que un camarero le ha tirado un pedo en toda la cara.


domingo, 11 de enero de 2009

Trabajos en grupo

Odio hacer trabajos en grupo, porque antes de que surjan los problemas, sé que los va a haber. No tendría objeciones en llevarlos a cabo si pudiera hacerlos con gente afín y eficiente, pero cuando es el profesor quien elige a tus compañeros de fatiga, la probabilidad de que la tarea acabe resultando un infierno es bastante alta.

Mi licenciatura es por definición la carrera de los trabajos; parece que si enseñas psicología y no atiborras a tus alumnos de trabajos cansinos, no serás valorado por tus colegas de departamento. Al poco de entrar en la universidad tuve que lidiar con uno que, si bien no era complicado, exigía coordinar a demasiadas personas, no todas válidas (sin paños calientes). Unos faltaban regularmente a las citas, otros no aparecieron nunca, y otros intentaban colaborar, pero para lo que hacían era mejor que se quedaran en casa. Aún así no fue del todo horrible, o igual sí, pero el cerebro es listo y elimina lo traumático con facilidad. El que me ha ocupado las últimas semanas ha sido espantoso.

Se trata de un informe para una de las asignaturas más coñazo de todos los cursos. La profesora nos puso juntos a cuatro “sueltos” que arrastrábamos la materia: un cuarentón más perdido en la facultad que Marco en el día de la madre, una cuarentañera (que no cuarentona en este caso), muy vivaracha, con mucha energía y mucha verborrea, pero también con mucha tontería encima (unos aires de mentora y un conservadurismo ultra católico que espantaban), y otra chica con la que choqué desde un principio. ¿Saben esa sensación tan intensa que se da, cuando nada más conocer a alguien se produce una química única, porque sientes que conectas con la persona? Pues todo lo contrario: Era borde, seca, sin sentido del humor, pesimista, amargada, cortalotes, enterada, retrógrada, anodina… y fea, que no es que sea importante, pero ya que nos ponemos, resultaba desagradable de mirar, y eso ayudaba a que le cogiera más rabia.

Después de que nuestros dos compañeros nos abandonaran al poco de empezar, la profesora nos puso con dos chicas que se habían peleado con los de su grupo; aquello prometía...
Desde un primer momento se dio ese estúpido comportamiento tan sexista y patético, que impulsaría a cualquiera a ser misógino: el avasallamiento masculino por colegueo. Parece que si eres mujer y te juntas con dos amiguitas y un hombre, estás en la obligación moral de soltar pullas y bromas tontas con las que tratar de hundirlo. Las compadezco.
El caso es que la oligofrénica primigenia se vio en su salsa, de repente empezó a revelarse como una persona divertida (¡hasta era capaz de reírse!), y trató de meterse conmigo con las chicas nuevas por querer redactar el trabajo como dios manda, poniéndose ellas en evidencia.
Y es que la gente no sabe escribir; tienen la capacidad de juntar malamente un par de letras y que salga algo parecido a una frase, no siempre con sentido. No hablo de estilo escribiendo, ingenio o vocabulario, sólo de la capacidad de redactar algo con un mínimo de coherencia y con más recursos que un niño de diez años. Es desmoralizante. Se pasaron todo el tiempo acusándome de ser rebuscado y perfeccionista: por lo visto no querer entregar una puta mierda escrita con un lápiz entre las nalgas, es ser "tiquismiquis"; yo lo llamo hacer las cosas como dios manda, fíjate tú.

Garabateaban despropósitos sin pies ni cabeza, auténticos disparates sin sentido; frases que empezaban diciendo una cosa y acababan en otra totalmente diferente, incongruencias de género y número e incesantes repeticiones de estructuras y palabras (¿acaso no saben lo que es un sinónimo?); en definitiva, paridas que vomitaban sobre el papel sin darse cuenta de que no significaban nada. Encima, muchas de las veces que quedábamos se dedicaban a perder el tiempo en cuchichear coñadas (¿qué coño me importará a mí cómo sean sus novios?), para luego darse cuenta de que se les había echado la tarde encima e irse corriendo por tener planes. ¡Hay que joderse!

La fecha tope de entrega era pocos días después de la vuelta a clases tras navidades, y a finales de diciembre teníamos una gran parte encauzada. Teniendo en cuenta que no nos quedaba mucho, teníamos los conceptos frescos, y que en enero, además de tener los exámenes, íbamos a tener que hacerlo todo corriendo, ¿cuándo tenía más sentido acabarlo: algún día de diciembre con todo el tiempo del mundo, o en enero con estrés y sin acordarnos de nada? Habéis acertado, decidieron por mayoría dejarlo a medias y pegarnos luego una paliza innecesaria.

¿Por qué demonios no me dejan hacer los trabajos individualmente?



lunes, 5 de enero de 2009

¡Sobredosis de premios!

Como regalos cibernéticos de navidad, me han llegado nada menos que tres premios: El Butterfly Award, el premio Blog de oro, y el de Blog del día. Estoy que no quepo en mí de contento.
El primero me vino de mano de Chocolatecontrocitos, cuyo blog he ido descubriendo poco a poco y cogiéndole el gusto.
Del segundo es responsable MaRía, a quien ya conocerán de sobra si leen mi blog con asiduidad, y el tercero es obra de Stultifer, cuyo blog llama la atención a cualquier amante de la fotografía que se precie.
Es un verdadero honor; muchísimas gracias a los tres.

Según las normas del Butterfly Award, debo escoger a 10 ganadores y que estos a su vez copien el logo en el margen, especificando y enlazando a quién se lo haya concedido, y eligiendo otros diez blogueros a los que premiar; el segundo establece lo mismo, pero con quince candidatos. El de Stultifer es personal e intransferible.

Cada vez que otorgo galardones, procuro escoger a personas distintas, y hasta ahora he sido capaz de hacerlo, pero elegir 25 bitácoras diferentes a las que nunca haya reconocido, es casi imposible, así que haré lo siguiente:
Por una cuestión de fidelidad, los cinco primeros de la lista tendrán los dos galardones (Oro y Butterfly), y todos los demás recibirán el Butterfly Award. Si por mi fuera le daría ambos a todo el mundo, pero las normas son las normas, y en este caso la antigüedad cuenta. Los afortunados son:

1 - MaRía: Cada vez que me llegaba un premio ya se lo habían entregado a ella, y por tanto me privaba de hacer lo propio. Ya sé que este en particular ya lo ha recibido de la misma persona que me lo envió a mí, pero no he leído nada que diga que no se lo pueda dar a ella también, y ya era hora de hacerle justicia. Al margen de esto, hay poco que pueda decir de ella que no haya dicho ya: es una persona maravillosa y eso se refleja en lo que escribe. No dejen de darse un paseo por su espacio.

2 - Nils: También se trata de una cuestión de ecuanimidad. Hace mucho tiempo que le leo, y ya era hora de hacérselo saber con todas las de la ley. Salvo honrosas excepciones, actualiza diariamente, hablando sobre todo de su día a día, que debido a su trabajo, es algo más movidito que el de cualquiera de nosotros (entrevistas de lujo y viajes internacionales incluídos); también hace muchas paradas en despreocupadas frivolidades y algún tirón de oreja.

3 - Sara: Es la tercera en este podio de la justicia; MaRía siempre se me adelantaba a la hora de galardonarla, y por una vez quiero ser yo quien también lo haga. Tiene un sentido del humor muy particular y una gran capacidad para cabrearse con el mundo, aunque ella asegure estar en un momento Zen.

4 - El Zorrocloco: Desde la primera vez que leí su blog sentí una interesante conexión con él; tenía ese punto de picardía y "maldad" que me resulta irresistible en cualquier persona, y que da gusto ver reflejado en sus entradas. Además se trata de un paisano, y eso hace que me resulten más cercanas las cosas que cuenta.

5 - El Sombrerero Loco: Amante de una buena vida que contrasta con la realidad con la que se topa desde su ventanilla, no podría haber elegido mejor nombre para su blog, pues vive en su propio país, sólo que en el suyo hay más humor negro y mordacidad que maravillas. Indispensable.

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6 - JuanRa Diablo: Este padre de familia, al que se le cae la baba con sus retoños, abrió el pasado verano un blog que enseguida cosechó éxito. A medio camino entre la ensoñación reflexiva y la nostalgia, es un lugar interesante por el que pasarse.

7 - Stultifer: ¿Cómo definir un blog en el que cada entrada consiste en comentar una foto de una escalera? Pues como ya lo he hecho. Su autor, que lleva una cámara allá donde va, saca instantáneas de las más variopintas escaleras del mundo, para colgarlas en su web y dedicarles unas palabras. Una web muy singular, y a la vez extrañamente interesante.

8 - Hector García: Un joven informático español que vive en Japón, relata sus vivencias en el país nipón, sorprendiéndonos con las costumbres y rarezas derivadas del choque cultural.

9 - Srodry: Un adicto a las series y consumidor habitual de televisión, nos disecciona “promos”, citas célebres, videos y momentos míticos de lo mejor de la parrilla.

1o - Vivencias varias: Con una locuacidad e ingenio envidiables, constituye una de las mejores bitácoras en las que sumergirse. Extremadamente recomendable.

11 - Peter pan: Un auxiliar de vuelo enamorado del personaje homónimo, cuenta sus peripecias vitales en Nunca Jamás, ya sea desde tierra o en el aire.

12 - Uno de los nuestros: Un espacio en el que curiosear para todos los interesados en el arte gráfico, especialmente en la fotografía, el dibujo y las creaciones digitales.

13 - Hasta los cojones: Archiconocido espacio en el que su autor descarga contra todo y todos sin ningún tipo de concesiones. La mano izquierda o lo políticamente correcto escapan a sus esquemas, pero suele dar en el clavo con certeza.

14 - Bolibic: Su autor es un boli bic de una oficina del INEM, o al menos eso dice él. En los ratos muertos en los que avanza la cola del paro, garabatea análisis de la sociedad o simples ocurrencias en forma de dibujos.

15 - Las mejores páginas web: Hace un año un par de amigos decidieron montar un blog en el que recomendar lo más interesante que veían en la red. A día de hoy es una página visistada masivamente, y no me extraña. Puede encontrarse de todo por categorías.

La gente que me queda ya ha sido reconocida en otras ocasiones, y la que no, lo será en el futuro. Felicidades a todos ;)



¡New York!

Hace semanas que mis padres vienen advirtiendo que estos Reyes van a ser austeros; sostienen que ya tenemos de todo, y es absurdo gastar por gusto en cosas que no necesitamos. No podría estar más de acuerdo, pero son muchos años con el mismo recado, y uno ya tiende a desconfiar; hace dos años fueron especialmente insistentes con eso, y fue entonces cuando nos cayeron a mi hermana a y a mí, el portátil y la cámara Reflex. Supongo que al final, por mucho empeño que le pongan, son incapaces de comulgar con una sobriedad radical.
Estas navidades volvieron a lo mismo, pero en esta ocasión con una excusa que, contra todo pronóstico, no era la crisis: propusieron recortar considerablemente el gasto, para invertirlo en irnos en semana santa a Nueva York. Ante tal iniciativa estaré encantado si sólo me caen un par de calcetines y un pijama.

Nueva York… sólo de pensarlo me desconsuelo. Se trata de “La gran ciudad”, la gran manzana, el plató natural más grande del mundo, la ciudad más cinematográfica de la historia, la tierra de… bueno ya, ya es suficiente… ¡Pero es que es Nueva York! Con su estatua de la libertad, su Quinta avenida, Central Park, el Moma, el Met, el Empire State building, el edificio Chrysler, la estación central… y mil sitios más. Es una ciudad cuyo mayor atractivo no reside en su patrimonio histórico o cultural (no tenemos nada que envidiarles en ese sentido), sino en callejear y descubrir aspectos de una sociedad que causa tanto rechazo como fascinación. La cuna de la cultura popular nos aguarda para descubrirnos sus entresijos, y allí estaré dispuesto a empaparme de todo lo bueno que pueda ofrecerme.