Translate

viernes, 29 de febrero de 2008

Melinda y Melindo

Mi hermana y yo somos incompatibles a la hora de ver series; si yo disfruto con Nip/Tuck o PERDIDOS (la mejor serie de la historia), ella lo hace con aquellas que no sólo no me gustan, sino que me resultan insoportables (Fiscal Chase, Caso abierto, Shark, …). La única que podemos ver juntos, y sólo un rato porque es tan ñoña que empalaga, es Entre Fantasmas, pero no porque me guste (en absoluto, es infumable), sino porque se le puede sacar miga, si cuentas con la persona adecuada para hacerlo.

La protagonista es Melinda, una joven que posee la capacidad de comunicarse con los muertos, a los que ayuda a pasar “al otro lado”. Vive en uno de esos pequeños pueblos estadounidenses en los que más allá de la calle principal no hay NADA, y tiene un marido que más de una quisiera para ella: es joven, atlético, bombero (que eso siempre tira mucho), altruista, un poco calzonazos (para qué engañarnos), y tremendamente comprensivo con el don de su esposa, a la que apoya incondicionalmente en su labor de médium. Da igual que ella de un grito de terror al ver a un muerto delante de la tele, “Melindo” lo comprenderá, y lejos de dejarse intimidar por convivir con fenómenos paranormales siniestros, le cogerá las manos a su mujer y hablarán de lo ocurrido mirándose a los ojitos. Ellos son una pareja modelo y saben que incluso en esas circunstancias, la comunicación es la base de la felicidad conyugal.

Los dos son de estampa, él es guapo, atento y buena persona, y ella, además de todo lo anterior, es adorable y posee una voz de niña inocente, que se contradice mucho con su actitud de lolita. Melinda no es una calientabraguetas de forma deliberada, pero es obvio que va levantando pasiones (y otras cosas) allá donde va. Su lema vital es “Antes muerta que sencilla”… ¡y tanto que si! No importa si está trabajando, viendo la tele, paseando, o en un funeral; siempre está perfecta. Siempre.

Se despierta con el pelo perfectamente peinado (tirabuzones incluidos), jamás se le ha visto con ropa que no le favorezca, y tiene los ojos pintados incluso en las situaciones más insospechadas, como cuando le dieron un piñazo, y lucía media cara hecha un cristo y la otra media perfectamente maquillada; ver para creer. Pero si hay algo que realmente la define son sus tetas…si, sus tetas, porque son parte importante del personaje y atraen a más de un espectador, razón por la cual las lleva siempre bien visibles con vertiginosos escotes. Cualquier día la veremos limpiando el retrete con el pelo cardado, el gloss, el rimel, el picardías y los tacones de aguja, y ni así se le acercará Melindo, que o bien es gay, o bien vive en un estado de sobreexcitación sexual que sabe canalizar satisfactoriamente de algún modo (a no ser que descargue con el cuerpo de bomberos), porque para estar recién casados son más mojigatos que el cura que los unió, y destilan menos energía sexual que Epi y Blas.

En cualquier caso creo que ella se basta y se sobra consigo misma, de modo que con sólo mirarse en los escaparates u observar la reacción de los hombres que se le cruzan, tiene autoestima suficiente como para poder prescindir del sexo. ¡Qué grande eres Melinda!


jueves, 21 de febrero de 2008

¡Que viene el lobo!

El 31 de Marzo de 2002 se produjo en Santa cruz de Tenerife una riada, que dejó la ciudad hecha un cristo. Los daños materiales fueron cuantiosos, y a pesar de la “poca fuerza” del acontecimiento, en el sentido de que fue una riada y no un temporal fuerte, hubo heridos y víctimas mortales. No nos lo esperábamos y nos cogió en bragas. En los meses siguientes hubo una exagerada paranoia colectiva que se activaba cada vez que caían tres gotas o soplaba un fisco de viento, algo hasta cierto punto comprensible, pero han pasado ya casi 6 años y seguimos sin levantar cabeza.

Debido al innegable cambio climático, que se hace patente incluso aquí, en las islas afortunadas, cada vez sufrimos más "percances meteorológicos" a los que no estamos acostumbrados. En los últimos años se han sucedido lluvias torrenciales y temporales, de los que muy prudentemente nos han avisado con la antelación suficiente para salvaguardarnos en nuestras casas, y evitar así que nos matemos tontamente por salir a la calle. Se agradece. Pero también ha habido otros muchos días en los que sencillamente ha llovido un poquito más de lo normal o ha hecho cierto viento (el otro día sin ir más lejos), y enseguida han dado la voz de alarma, avisándonos de la inminente tragedia que se avecina. Señores…no sean alarmistas que se pierde credibilidad. Hace un tiempo hubo un aviso de huracán (nada menos) del que muchos hicimos caso omiso, porque estamos hartos de oír continuamente amenazas de peligro. Finalmente, como era de esperar, no pasó nada.

Al final va a pasarnos como a Pedro con el lobo, y por culpa del deseo de las autoridades de guardarse las espaldas a toda costa por lo que pueda pasar, un día va a venir un tsunami y vamos a estar todos en la playa como si nada. Me estoy imaginando en la calle el día del juicio final mientras recibo a los cuatro jinetes del Apocalipsis, con la tranquilidad más absoluta, y sin tomar ningún tipo de precaución para salvarme de tan fatal acontecimiento, y todo por culpa de los agoreros estos.

jueves, 14 de febrero de 2008

La compasión gana a la razón

El otro día puse la tele mientras hacía cosas en el ordenador; daban uno de esos programas de talentos y estaba a punto de saberse cuál de los finalistas iba a ganar. Cada uno volvió a actuar, y en cuanto los vi a todos tuve claro quién vencería.

El premio se disputaba entre un grupo de hermanos que cantaban flamenco, cuyo jovencísimo vocalista llamaba mucho la atención por su destreza; un grupo de adolescentes que bailaban hip hop con bastante eficiencia; dos amigos que cantaban gitanadas de forma paródica; un niño muy menudo que hizo un espectáculo de gimnasia rítmica, de una forma más que llamativa; y por último una adolescente con una voz normal, poco notable, y que cantó una canción floja… pero que iba en silla de ruedas, y con eso ya tenía la mitad del trabajo hecho. La canción que escogió fue uno de los temas de La Sirenita, concretamente aquel en el que la protagonista anhelaba su deseo de ser libre y ver mundo, pero con la letra convenientemente modificada para decir en varias ocasiones “poder correr, poder saltar…” (además de repetir, como en el filme orginal, eso de: “¿Por qué no tener un par de piernas y salir a pasear a pie?”). Es posible que la nueva versión de la película (que me consta que ha sido doblada al español peninsular) haya cambiado la letra de las canciones, pero sinceramente… no creo que sea casualidad que se haya decantado por la adaptación moderna.
Efectivamente, a pesar de ser junto a los amigos que cantaban de broma, la más corriente de todos, ganó el concurso, y es que si sabes jugar bien tus cartas, puedes meterte al público en el bolsillo.

Este efecto de “vótame porque doy penita” se da mucho en este tipo de programas; la gente apoya al débil y al maltratado a pesar de que objetivamente no sea (ni de lejos) el mejor. Pensemos en aquel eurovisión para jóvenes en el que una niña salió en todos los programas de zapping, por poseer una voz y una técnica realmente inusuales en alguien de su edad, para que luego ganara otro que no cantaba tan bien (ni mucho menos), pero que le dedicaba la canción a su madre recientemente fallecida, en la que relataba cómo pensaba que ella velaba por él desde el cielo. Y qué decir del sonado caso de Idaira, la más allá que mediocre ¿cantante? tinerfeña de Operación Triunfo, que no ganó pero llegó a la final del programa.
No era mala, era malísima; tenía una voz anodina y un oído musical inexistente que le hacía desafinar muy a menudo, pero claro… a la pobre la trataban mal en el jurado, así que nosotros, con la triste mentalidad de pueblerinos que tenemos para estas cosas, teníamos que apoyarla incondicionalmente. Es lamentable…

Creo que me voy a presentar al próximo concurso que surja en televisión, sea de lo que sea. Bastará con que sepa adornarme de una atmósfera de autocompasión con la que el púbico pueda empatizar, pues ya con eso tendré hecho casi todo el camino hacia el premio final.

domingo, 10 de febrero de 2008

Alter egos

A raíz de uno de mis últimos artículos, en el que comentaba de pasada los apodos cariñosos que me tenían ciertas personas, me he parado a reflexionar sobre aquellos nombres que me pusieron en referencia a alquien famoso, y sobre las personas a las que me han dicho alguna vez que les recuerdo. El resultado ha sido curioso…

Mis primas me llamaban monstruo de las galletas por mi consabida afición a las mismas. De pequeño era capaz de devorar paquetes enteros sin pestañear pero… ¡es que están tan buenas! Oreo, María, Chip´s ahoy!, Bocaditos de limón, Napolitanas, Tostarica, Dinosaurios, Fingers, Chiquilín… ¡Hay tanto donde elegir! De ahí que le tenga un cariño especial a Triqui por encima del resto de personajes de Barrio Sésamo.

Más tarde empezaron a llamarme Efran en referencia al protagonista de la (ñoña) serie Everwood. Decían que les recordaba a él, pero psíquica y comportamentalmente, está claro, porque no nos parecíamos nada. El día que empecé a ponerme “dobles mangas”, superponiendo camisetas de manga corta encima de las de manga larga, al igual que hacía mi alter ego, quedé bautizado del todo. Algo parecido le pasaba a mi amigo Airam al ver a “Lolo” el de Compañeros, que por diferentes razones le traía mi cara a la mente.

Casi todas las personas de mi entorno se apuntaron a un fenómeno social que gozó de gran popularidad durante hace unos años: hacer referencia a mi supuesto parecido son Sergio, el concursante grancanario de la cuarta edición de Operación Triunfo. Es cierto que nos dábamos un aire, pero nada más, apenas llegaba a soplo, y sin embargo, fuera a donde fuera, todo el mundo me lo decía.

Pero si hay algo más duro que parecerse a una persona famosa es que te vean parecido con un dibujo animado. Mi amiga Sara dice que le recuerdo a Milo, el amigo de Peeper Ann, Carlos me relaciona con el Stewie de Padre de familia (además de con el sempiterno personaje que interpreta Woody Allen en todas sus películas), y yo personalmente me identificaba con Libertad, la amiga mordaz de Mafalda.

¿Qué conclusión puedo sacar sobre mí de tal mezcla de personajes?

lunes, 4 de febrero de 2008

Ahora

El otro día estuve borrando viejos mails, y di con uno que a pesar de ser más "ñoño" de lo que yo soy, me pareció interesante. Dado que estoy en exámenes y no tengo mucho tiempo para escribir mis artículos, este me sirve para salir del paso. Dice así:

Nos convencemos a nosotros mismos de que la vida será mejor después...

Después de terminar la carrera, después de conseguir trabajo, después de casarnos, después de tener un hijo, y entonces después de tener otro.

Luego nos sentimos frustrados porque nuestros hijos no son lo suficientemente grandes, y pensamos que seremos más felices cuando crezcan y dejen de ser niños, y después nos desesperamos porque son adolescentes difíciles de tratar. Pensamos que seremos más felices cuando salgan de esa etapa.

Luego decidimos que nuestra vida será mejor cuando a nuestro esposo o esposa le vaya mejor, cuando tengamos un mejor coche, cuando nos podamos ir de vacaciones, cuando consigamos el ascenso, cuando nos retiremos.

La verdad es que NO HAY MEJOR MOMENTO PARA SER FELIZ QUE AHORA MISMO.

Si no es ahora, ¿cuándo? La vida siempre estará llena de luegos, de retos. Es mejor admitirlo y decidir ser felices ahora de todas formas.

No hay un luego, ni un camino para la felicidad, la felicidad es el camino, y es AHORA.

ATESORA CADA MOMENTO QUE VIVES, y atesoralo más porque lo compartiste con alguien especial; tan especial que lo llevas en tu corazón, y recuerda que EL TIEMPO NO ESPERA POR NADIE.

Así que deja de esperar hasta que termines la universidad, hasta que te enamores, hasta que encuentres trabajo, hasta que te cases, hasta que tengas hijos, hasta que se vayan de casa, hasta que te divorcies, hasta que pierdas esos diez kilos, hasta el viernes por la noche o hasta el domingo por la mañana; hasta la primavera, el verano, el otoño o el invierno, o hasta que te mueras, para decidir que no hay mejor momento que justamente éste para ser féliz.

Trabaja como ni no necesitaras el dinero, ama como si nunca te hubieran herido y baila como si nadie te estuviera viendo.

LA FELICIDAD ES UN TRAYECTO, NO UN DESTINO.