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lunes, 24 de septiembre de 2007

¡Adiós artista!

El arte lo inunda todo y todo está influido por el arte. Ya sea a través de la pintura, la música, la escultura, la arquitectura, la alfarería, la escritura, la fotografía, las artes gráficas, o las diversas artes escénicas, todos sentimos agrado o fascinación por determinadas manifestaciones artísticas, o por algunas creaciones en concreto. El arte está en nuestras vidas, y la vida es arte.

Igual que “algo se muere en el alma cuando un amigo se va”, a todos se nos mueve algo por dentro cuando alguien importante (desde la subjetividad de nuestros gustos y preferencias) en el mundo del arte se muere. No voy a decir que me de una pena insoportable porque sería mentira, pero si es cierto que me da que pensar…

Este verano han caído como moscas diversas personalidades de este mundillo. La actriz Emma Penella (más conocida por su reciente trabajo en Aquí no hay quien viva, pero con una extensa carrera teatral a sus espaldas), abrió una negra temporada mortuoria que seguirían el célebre Francisco Umbral (una institución el mundo del periodismo), los cineastas Bergman y Antonioni, el irrepetible Pavarotti, y por último, el que ha sido y será el mimo más famoso del mundo, que falleció a los 84 años este domingo, tras más de medio siglo recorriendo los escenarios mundiales con sus particulares creaciones: el genial Marcel Marceau.


Existe una norma no escrita, que establece que al morir alguien no se puede, bajo ningún concepto, decir que era un cabronazo, al margen de que lo fuera; todo lo contrario, hay que enaltecerlo hasta que alcance la categoría de héroe y mártir. Si hablamos de alguien famoso estas consideraciones se multiplican por cien, y el finado pasa automáticamente a la categoría de dios. No estoy condenando esta actitud; es normal que a la muerte de alguien se recuerden sus virtudes y no sus defectos, pero me toca mucho los huevos que este baremo se establezca igual para Teresa de Calcuta que para Belén Esteban. ¡Seamos serios!
Recuerdo que al tiempo de morir Joaquín Luqui, lo hizo Carmina Ordoñez. Del primero apenas se habló, y de la muerta de hambre esa, se habló tantísimo y durante tanto tiempo, que parecía que no se hubiera ido y siguiera vendiéndonos su vacía vida de revista en revista. Fue vergonzoso cómo le dieron tantísima coba y con tan buenas palabras, a una mujer florero, cuya única aportación al mundo fue la de dar de que hablar a la telebasura.

Todo esto no viene a cuenta de los fallecidos antes citados, puesto que si bien es cierto que no conocí a ninguno personalmente, como para determinar que fueran mala gente ni nada por el estilo, su aportación al mundo del arte es innegable; en unos casos de una forma modesta y discreta, y en otros de forma universal, llegando hasta al último rincón del planeta.
A quien único pude presenciar en directo fue a Marcel Marceau, y desde luego, sólo con haber disfrutado de su impagable espectáculo una vez, puedo corroborar que todo lo bueno que se dice de él, no es una exageración propia del “efecto post-mortem”. No es fácil que en un espectáculo me arranquen una sonrisa, y este maestro lo consiguió durante todo el tiempo de su actuación. Su puesta en escena es indescriptible; era capaz de trasladarte a universos tangibles con su sola presencia y sin soltar una palabra. Cargaba de poesía el silencio, y era capaz de emocionar con sus movimientos, de una forma que me es imposible explicar.

Sólo existen comentarios amables para el célebre mimo, especialmente en su Francia natal. Muchas personalidades importantes del país han expresado su emoción admiración y respeto; el primer ministro francés indicó que Marceau "tenía un raro talento que le permitía comunicarse con cada uno de nosotros, más allá de la barrera del lenguaje".
"Él nos hablaba en silencio. Mientras mucha gente habla y no logra decir nada; él nos brindaba el silencio como una melodía del lenguaje", señaló el crítico Chancel.
Joseph Seelig, del Festival de Mímica de Londres, dijo que Marceau era una de las personas más famosas del mundo, porque "trabajaba con un medio internacionalmente accesible". "No había idiomas, él le llegaba a las personas en todo el planeta", apuntó a posteriori.

Si bien como artista resultaba fascinante, su vida y su persona no son menos interesantes. Marceau, judío francés, sobrevivió a la invasión de los nazis, y trabajó con la resistencia en Francia para proteger a los niños judíos del Holocausto.

Nació el 22 de marzo de 1923, con el nombre de Marcel Mangel, en Estrasburgo. Su padre, un carnicero que cantaba con la tesitura de barítono, hizo que su hijo conociera el mundo de la música y el teatro desde temprana edad. Cuando los alemanes invadieron el oriente de Francia, Marceau y su familia tuvieron que empacar sus bienes en cuestión de horas. Huyó al suroeste de Francia, donde se cambió el apellido a Marceau, para ocultar su origen judío.

Con su hermano Alain, Marceau participó en la resistencia francesa; alteró cédulas de identidad de varios niños, cambiando las fechas de nacimiento, para que los alemanes pensaran que no podían deportarlos por ser muy pequeños.
Dado que hablaba inglés, fue reclutado como agente de enlace con el ejército del general George S. Patton.
En 1944, el padre de Marceau fue enviado al campo de exterminio de Auschwitz, donde falleció.

“Sí, lloré por él”, recordó Marceau sobre la muerte de su padre, pero también reflexionó sobre los otros muertos: “Entre los niños quizás estaba un Einstein, un Mozart o alguien que hubiera descubierto una droga contra el cáncer”, dijo a la prensa en el 2000, “por eso tenemos una gran responsabilidad: la de amarnos los unos a los otros”.

Cuando París fue liberado, comenzó la vida teatral de Marceau.
En un pequeño escenario en el Theatre de Poche, buscó perfeccionar el estilo de mimo que se convirtió en su sello inconfundible. Había nacido Bip, el personaje de Marceau en el escenario.
Alguna vez, Marceau dijo que Bip era el álter ego de su creador, un doble de cara triste, cuyos ojos se iluminaban con asombro infantil al descubrir el mundo. Bip era un descendiente directo del arlequín del siglo XIX, pero según Marceau, sus gestos de payaso estaban inspirados en Chaplin y Keaton.

Marceau comparó su personaje con un Don Quijote de la era moderna; solo, en un mundo frágil lleno de injusticia y belleza.
Vestido con un traje blanco de marino y un sombrero alto con una rosa, Bip perseguía mariposas y coqueteaba en las fiestas. Fue a la guerra y ofició una boda.
En un famoso número que yo pude ver, "Jardín Público", Marceau interpretó a todos los personajes de un parque, desde niños pequeños que jugaban a la pelota hasta mujeres que tejían. Fue increíble.

En 1949, la nueva compañía de pantomima de Marceau era la única de su tipo en Europa. Pero fue sólo después de una exitosa gira por Estados Unidos, a mediados de la década de los cincuenta, cuando Marceau se ganó la aclamación mundial que hizo de él una estrella internacional. En las décadas recientes, llevó a Bip de México a China, pasando por Australia. Apareció también en el cine.

Cuando fue envejeciendo, Marceau siguió actuando con la misma calidad y agilidad que lo hizo célebre. Además de sus condecoraciones de la Legión de Honor y de numerosos reconocimientos, fue invitado a ser embajador de la buena voluntad de las Naciones Unidas, para una conferencia de 2002sobre la ancianidad.

“Si uno se detiene cuando tiene 70 u 80 años, no puede seguir adelante”, dijo en una entrevista en 2003. “Hay que seguir trabajando”.

Marceau actuó incansablemente por todo el mundo hasta una edad avanzada, sin perder técnica ni salirse de su estilo. En uno de sus actos más punzantes y cargados de filosofía: “Juventud, madurez, vejez y muerte” (también lo presencié), mostraba sin palabras el paso de toda una vida en cuestión de minutos. “¿Acaso los momentos más conmovedores de nuestra vida no nos encuentran sin palabras?”, preguntó en una ocasión.

Sobran las palabras. El mundo sería un lugar mejor si hubiera más “Marceles”. ¡Hasta siempre Artista!

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Ves, estos son los tipicos comentarios que hacen que un blog sea interesante, empiezas hablando en general para finalizar con una gran vida como fue la de este hombre segun has contado. Sin saber tan si quiera que existia, le digo tambien adios con pesar, ya que por lo que has contado, merecia la pena verle, lastima que ya sea tarde. Sigue asi pablin que lo estas haciendo muy bien, no pierdas este sello tuyo caracteristico,tal vez algun dia, seran un marcell, pero en valladares...
Mery

peibol dijo...

Jejeje, gracias gracias; la verdad es que era todo un espectáculo, me gustaría que lo hubieras llegado a ver ;)

JuanRa Diablo dijo...

"Cargaba de poesía el silencio, y era capaz de emocionar con sus movimientos, de una forma que me es imposible explicar"

¿Que no? Te lo diré una y mil veces: te explicas como un libro abierto.
Le has hecho un retrato estupendo, Peibol.

peibol dijo...

Vas a acabar consiguiendo que me ruborice :p. Gracias, gracias... Gracias.